La mayoría de las personas piensan que el hecho de ser
ingenuo o inocente implica ser tonto. En efecto, el mismo D.R.A E. en una de
sus acepciones de “ingenuo” o “inocente” dice textualmente “tonto, fácil de engañar”.
El ingenuo es una persona que no tiene malas intenciones con
ninguna persona y por lo general es incapaz de “ver la maldad” en los demás.
Este rasgo es característico en personas
con el síndrome de Asperger.
El estúpido, en cambio, sí es el verdadero tonto porque
cuando habla sólo dice disparates que no tienen ninguna coherencia, no sabe
ni siquiera lo más elemental,
desaprovecha las oportunidades, siempre busca que todo se lo resuelvan en vez
de buscar ellos mismos las soluciones a los problemas, pretenden vivir de los
demás en vez de tener autonomía, etc.
Es por tal motivo que
es un error garrafal pensar que ser ingenuo es ser tonto, porque un ingenuo
puede ser muy inteligente, en tanto que el tonto obviamente carece de
inteligencia.